viernes, 15 de febrero de 2008

A LA MEMORIA DE UN ENDEMONIADO

Yo te maaa...to, te mato. Sentenciaba lapicero en mano, cada vez que su otra mano estaba ocupada por un vasito descartable, y en otro tiempo mato y así como mato dio vida.

Con él nació hora zero y algo mejor su alfagrama. Ese códice abstruso e indescifrable quedará para la posteridad. Porque el arma, la única arma que no dejó moler fue su pluma, el bolígrafo hacedor, el que danzaba en sus manos, cuando él cogía uno en su mano, este danzaba un sorba mágico, siempre me lleno la vista esa manera de coger el lapicero.

Pero Juan Ramírez Ruiz. Hace años que dejo la tierra, se encapsuló en su mundo cuando la ecuación ideológica de los setenteros término en una operación fallida, cuando del mundo que hicieron romántico y sobretodo posible implosionó. Cayendo en el fondo de un abismo voraginoso.

Juan Ramírez Ruiz fue subversivo, contracorriente y contestatario, aputamadrao y cojonudo como pocos y como pocos se lo tomo en serio, tan en serio que su sueño poético terminó en la pesadilla catatónica del desencanto, pero no el literario, si no el de verdad, la verdad que lo sumió en el ostracismo en el ostracismo, en el autoexilio, silencio culposo que nos negó la oportunidad de conocer sus poemas inéditos mas tardíos si es que tales existen.

Ahora deduzcamos, le importaría a Juan Ramírez Ruiz nuestro querido diablo, si lo incluimos como celebridad; por supuesto que no. A él solo le importo cargar su ligero cuerpo, su pesada y abundosa pena, su soledad crónica así como su disipada vida.
Esta abominable idiosincrasia necrofílica, donde incluso anclan los canallas, no habrá dimensión física, gran prensa, gran tele y gran puta que pueda sostener el verdadero peso y dimensión de nuestro carísimo poeta, endiablado versificador; Juan Ramírez Ruiz nuestro amado diablo. (para los amigos)

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